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Haciendo zapping, hace más o menos una hora desde que me he puesto a escribir este artículo, me he puesto a ver la película “Di que sí” (https://www.filmaffinity.com/es/film418633.html), en la que el protagonista, un asesor de créditos no tiene motivación alguna, evita en todo momento a sus amigos y cualquier plan que le plantean después de que su novia haya roto con él. Pero, tras cruzarse con un viejo conocido, conoce la religión del Sí y el “mesías” le convence para que se una a ellos, para que diga sí a todo lo que le planteen. Desde el mismo momento que acepta, le empiezan a suceder cosas increíbles -algunas buenas y otras no tanto, pero a fin de cuentas increíbles-.
Y esta película me ha hecho preguntarme, ¿qué sucedería si dijéramos a todo que sí?
Últimamente se habla mucho del poder del NO, de por qué un NO a tiempo puede ser una gran victoria y de todas sus ventajas. También hay otros que hablan de las bondades de decir que SÍ, como en la propia película, pero ¿quién tiene razón? ¿Debemos decir sí? ¿Debemos decir no?
Como, con casi cualquier problema que se me presenta, lo primero que hago es recurrir a  Probemos a hacer”San Google” y hacer una búsqueda a ver qué me dice, y los resultados son los siguientes:

  • ventajas de decir si: 5,210,000 resultados
  • ventajas de decir no:40,700,000 resultados

Parece que el NO gana al SÍ, con 8 veces más resultados pora el primero. Este dato es anecdótico, lógicamente, pero es un punto más a tener en cuenta.
Según algunos artículos que he leído, no sólo durante estas búsquedas, también desde hace tiempo en diferentes libros y charlas, parece que cada una de estas dos palabras son más que controvertidas y, en distintas ocasiones, nos cuesta mucho pronunciarlas. El temor a decir NO aparece frecuentemente en el entorno laboral, ahí donde pensamos que tenemos que satisfacer siempre los deseos de nuestros clientes, nuestro jefe o no quedar mal con nuestros compañeros. El SÍ, en cambio, es más complicado de pronunciar en nuestra vida cotidiana, en el aspecto más personal, donde tendemos a cuestionarnos y, muchas veces, declinar invitaciones a actividades, planes, etc.
Al igual que sucede en la película, he escuchado de gente que se ha propuesto decir que SÍ (o NO) durante un periodo de tiempo, sin importar las consecuencias. ¿Es esto necesario? ¿Es una locura? La primera vez que lo escuchamos nos puede parecer algo insólito, una decisión poco premeditada e, incluso, una fanfarronada. Pero si lo pensamos más detenidamente, sabemos que sólo conseguimos establecer un hábito cuando hacemos la misma acción repetida conscientemente hasta que se hace de forma inconsciente, por lo que visto desde ese punto de vista es un gran comienzo. ¿Y si lo probamos a hacer durante un día entero? ¿una semana? ¿un mes? Si alguna vez lo intento, te lo contaré.
Como moraleja (el propio mesías del SÍ lo consolida en la película), no se debe decir siempre que sí forzadamente. Tal vez sólo sea necesario al principio para acostumbrarse a dejar de rechazar de forma indiscriminada. Ha de llegar un punto en el que sepamos decir sí sólo porque realmente es lo que queremos y nos place. Se puede decir que no, pero no lo hagamos por costumbre, por verguenza, por pereza. ¡Digamos sí a la vida!